La gloria (remix)

Dónde estará ese malevaje donde será
Aún existirán esos polvorientos callejones donde quedarán
Permanecerá esa secta del cuchillo y coraje vivirá
Pasiones, divisiones, emociones, demostraciones
La brasa postrera de los corrales y de Balvanera.
En aceras, de leyendas verdaderas, de un yermo de Palermo,
Muraña, esa sombra oscura que en puñales perdura
O ese Iberra fatal que en la vía,
Mató a su hermano el ñato a sangre fría
Que más muertes que él debía, y solo así, lo superaría.
Esos hechos, ese despecho, ese largo trecho
De muertos en el fango, hoy vive en el tango
En guitarras en su cordaje en un viaje
De aventura trabajosa que habita en la milonga venturosa
En vinilos, como ruedas que bailaban en veredas
Que aún resuenan el eco de arolas y de greco
Como Borges en la cima homenajeado en esta rima
Los 2x4 de Gotan, en el río de la plata no se agotan
O la bravura arrabalera en realidades tangueras
El pasado irreal turbio está peleando en el suburbio
Y el recuerdo es lo cierto, siempre vivo, nunca muerto
Todo queda en la memoria, todo queda en la gloria Una noche no como cualquiera en Balvanera,
Una noche lejana se oía el nombre de Jacinto Chiclana,
Con más ganas de vivir que de morir,
El brillo en la esquina de un cuchillo,
No es chamuyo, ni verdad de perogrullo,
Esa sombra de ese nombre, esa fiereza de ese hombre,
Con el alma comedida, capaz de jugarse la vida,
Con sus pies sobre la tierra,
Poniendo su vida al amor y a la guerra,
Empuñando su puñal, habitando un mundo abismal,
Decidido, perseguido, malnacido, bienvivido, elegido.
A un varón no le sangra la herida, porque no demora su partida,
Este personaje no se arrepiente, este compadrito es un valiente.
Jamás llorando ni gritando, siempre acechando y al mando.
Sin idas ni venidas, lo demás es historia conocida.
Hoy su vida se prologa y renace en la milonga,
Con lustrosos tamangos, aunque no tenga muchos mangos,
En las quejas del bandoneón enterradas en cualquier panteón.
El recuerdo de Balvanera en estas rimas hoy prospera
Narrando una gesta que la historia manifiesta,
En hazañas de los tangos, rampantes como los chimangos.

Esto cosa de rufianes y no para bacanes,
Servando Calandria Cardozo, guapo peligroso,
Su arte no era el del gatillo, sino el cuchillo,
Con ases bajo la manga y trucos en el bolsillo,
Hasta el duelo más difícil para él era sencillo
Tocar el suelo, muerto no era su desvelo
El retador sentiría ese certero facón
Junto con su frío acero
Hacia abajo miraría y vería un agujero,
En su costado, está acabado, está terminado.
El malevo de calandria lo ha derrotado
Siempre andaba de querusa con alguna papirusa
Que serviría de excusa en situación confusa,
Ella sería su musa en el duelo y sin embargo
Muy poco le importaban, los milicos de cargo,
Porque tarde o temprano, marchaban al letargo,
Hoy renace entre los fueyes con la fuerza de mil bueyes
Él era el rey de reyes entre los capos del bardo,
Suyo el orgullo, lo demás puro chamuyo,
Guapo engominado mal encaminado
Los capos del malevaje lo tenían junado,
Por una de sus minas fue traicionado
Y entre los versos de este tango, hoy fue recordado

No sé si ustedes han oído hablar de Nicanor Paredes.
Siempre firme nunca enfermo, a paso firme por Palermo,
Con su daga vaga corazones apaga,
Desgracias que ahora ya son rancias,
Por el barro, arrastrando muertes como un carro,
Su puntazo, prolijo y certero como un crucifijo
Con la fuerza de mil generales,
Hacía correr sangre por los arenales,
Siempre de frente, este compadrito valiente,
Historias de taba donde a cualquiera apuñalaba,
Del andén fue caudillo, soberano con mucho brillo,
Para tener en cuenta, a este orillero del ochocientos noventa.
Atado al tiempo como a mil cabos, allá por los tiempos bravos,
Si se armaba algún entrevero él los parabas con el talero.
Si se pasaban de la raya, su faca a cualquiera sacaba.
Con la muerte de este guapo, el tiempo es un harapo.
Y en los baldíos cargando miles de líos.
Evocando lo que ha sido, nada queda en el olvido.
En su barrio tan amado es radiante el pasado.
Como Nicanor, no habían dos, y nadie que sobreviva a su voz,
En la alborada, su facón no se olvidaba.