Letra de El último tango en sercué
La Ronda De Boltaña
Cierro los ojos, y os vuelvo a ver bailando
entre esas casas que hoy sólo ruinas son.
La última fiesta ya andaba terminando,
¡Adiós, muchachos!, otro tango más, y adiós.
Adiós, “mosicos”, que el baile nunca para.
Carga en el macho el “jaz” y l´acordeón.
Adiós, vecinos, ¿pa qué cerrar la puerta?...
¡Qué perra que es la vida, maleta de cartón!
Yo era tan “pibe” que aún todos me decían “zagal”.
Pa mí las “minas” eran las de Parzán.
A Buenos Aires el viento no nos quiso llevar:
¡a Zaragoza!, pero al Arrabal.
Ni mate ni mantequilla, ¡sólo tomo café!.
Que me disculpen Gardel... y Marlon Brando también.
Que me disculpen Evita, Maradona y el Ché:
¡pa mí no hay tango como aquél de Sercué! “Chemecos” de acordeón... ¡ “Tocála” otra vez, Chusé!
(No hay cosa que añores más que la que no ha de volver)
Cuando la pálida dama sonría y me diga: ¡ven!,
le bailo un tango, el último en Sercué.
Cierro los ojos, y la veo bailando
junto al estanque de la Universidad.
Era otra fiesta, pero era el mismo tango,
y el curso apenas acababa de empezar.
Cuando se iba le pregunté su nombre.
Dijo: Alfonsina, ¡y yo me tiré al mar!
(Casi me ahogo; del fondo del estanque
entre ella y un bedel me tuvieron que sacar.)
Ya no era un “pibe”, ¡y me porté peor que un “zagal”!
Mi linda “mina”, ¡no te supe guardar!
A Buenos Aires, mal viento te acabó por llevar.
¡Y –yira, yira... -, yo en este Arrabal!
Ni mate ni mantequilla, ¡sólo tomo café!
Que me disculpen Gardel... y Marlon Brando también.
Que me disculpen Cortázar, Mastropiero y el Ché:
¡pa mí no hay tango como aquél de Sercué!
Gemidos de bandoneón. Como Astor, nadie, ¡ya ven!
(No hay cosa que añores más que la que no ha de volver)
Cuando la pálida dama sonría y me diga: ¡ven!,
le bailo un tango, el último en Sercué.
Abro los ojos... y aún la sigo viendo.
Mi flor perdida, clavelina de arrabal.
En el Heraldo, entre un mar de pañuelos,
Plaza de Mayo luce fría y otoñal.
Entre sus brazos una fotografía,
poema roto que no sabe acabar.
¡Ay, Alfonsina, mi amor, cómo quisiera
que encuentres esos versos que te fuiste a buscar!
No soy ya un “pibe”, la vida me ha enseñado a esperar.
Tal vez un día... ¡Tú déjame soñar!
Mi Buenos Aires querido, ¡que buen viento serás
cuando la mandes para mi Arrabal!
¿Ni mate ni mantequilla?... ¡Ché, ya está bien de café!
¡Pucha que sos aburrido! ¡Tanto insistir!... ¡Probaré!
Que me disculpen Marcelo, Mafalda, Borges y el Ché:
¡pa mí no hay tango como aquél de Sercué!
“Chemecos” de acordeón... ¡”Tocála” otra vez, Chusé!.
(No hay cosa que añores más que la que no ha de volver)
Cuando la pálida dama su tango baile en Sercué...
que empiece sola, ¡que yo ya llegaré
entre esas casas que hoy sólo ruinas son.
La última fiesta ya andaba terminando,
¡Adiós, muchachos!, otro tango más, y adiós.
Adiós, “mosicos”, que el baile nunca para.
Carga en el macho el “jaz” y l´acordeón.
Adiós, vecinos, ¿pa qué cerrar la puerta?...
¡Qué perra que es la vida, maleta de cartón!
Yo era tan “pibe” que aún todos me decían “zagal”.
A Buenos Aires el viento no nos quiso llevar:
¡a Zaragoza!, pero al Arrabal.
Ni mate ni mantequilla, ¡sólo tomo café!.
Que me disculpen Gardel... y Marlon Brando también.
Que me disculpen Evita, Maradona y el Ché:
¡pa mí no hay tango como aquél de Sercué! “Chemecos” de acordeón... ¡ “Tocála” otra vez, Chusé!
(No hay cosa que añores más que la que no ha de volver)
Cuando la pálida dama sonría y me diga: ¡ven!,
le bailo un tango, el último en Sercué.
Cierro los ojos, y la veo bailando
junto al estanque de la Universidad.
Era otra fiesta, pero era el mismo tango,
y el curso apenas acababa de empezar.
Cuando se iba le pregunté su nombre.
Dijo: Alfonsina, ¡y yo me tiré al mar!
(Casi me ahogo; del fondo del estanque
entre ella y un bedel me tuvieron que sacar.)
Ya no era un “pibe”, ¡y me porté peor que un “zagal”!
Mi linda “mina”, ¡no te supe guardar!
A Buenos Aires, mal viento te acabó por llevar.
¡Y –yira, yira... -, yo en este Arrabal!
Ni mate ni mantequilla, ¡sólo tomo café!
Que me disculpen Gardel... y Marlon Brando también.
Que me disculpen Cortázar, Mastropiero y el Ché:
(No hay cosa que añores más que la que no ha de volver)
Cuando la pálida dama sonría y me diga: ¡ven!,
le bailo un tango, el último en Sercué.
Abro los ojos... y aún la sigo viendo.
Mi flor perdida, clavelina de arrabal.
En el Heraldo, entre un mar de pañuelos,
Plaza de Mayo luce fría y otoñal.
Entre sus brazos una fotografía,
poema roto que no sabe acabar.
¡Ay, Alfonsina, mi amor, cómo quisiera
que encuentres esos versos que te fuiste a buscar!
No soy ya un “pibe”, la vida me ha enseñado a esperar.
Tal vez un día... ¡Tú déjame soñar!
Mi Buenos Aires querido, ¡que buen viento serás
cuando la mandes para mi Arrabal!
¡Pucha que sos aburrido! ¡Tanto insistir!... ¡Probaré!
Que me disculpen Marcelo, Mafalda, Borges y el Ché:
¡pa mí no hay tango como aquél de Sercué!
“Chemecos” de acordeón... ¡”Tocála” otra vez, Chusé!.
(No hay cosa que añores más que la que no ha de volver)
Cuando la pálida dama su tango baile en Sercué...
que empiece sola, ¡que yo ya llegaré
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