Acto i

A B C D E F G H I J K L M N O P Q R S T U V W X Y Z 0-9

Letra de Acto i

Rafael Lechowski

En mitad de la noche, en una pequeña buhardilla lúgubre, Quarciso,
Sentado en el borde su cama deshecha, exhausto por el horror y el
Llanto, llama por teléfono a su amigo.

¿Puedes oírme, amigo?
¿Estás ahí?
Intentó localizarte y no lo consigo,
En estos meses te he sentido esquivo;
Tras este mensaje habrá cambiado mi destino.

Te llamo desde la desesperación,
Hundido en la demencia,
Ciego molino de agonía
En un violento giro,
Destruido, destructivo, roído por la obsesión.

Es mi cuarto día sin dormir,
No por la conmoción,
Sino por miedo a que la realidad
-a la que en vela engaño-
Me asalte de nuevo en medio de un sueño
Y me arroje al horror de vivir. ¡Dios mío, hermano, la he perdido!
Nos hemos roto y ya no encajan nuestras piezas,
Somos dos trozos de distintos rompecabezas,
Y ni siquiera sé cómo ha ocurrido.

Hace tiempo la sentía extraña
Y una mañana la encontré sentada,
¡pobre, qué pálida estaba!
Pregunté qué pasaba y respondió: «Nada»,
Mirándome a los ojos con compasión despiadada.

-Eres un gran hombre, mi amor -dijo-, todo irá bien.
Con la sonrisa más triste que jamás vi en alguien.
-Pero ¡¿qué sucede?! -alcé mi voz asustada.
-No es por ti -balbuceó sin izar la mirada.

Una honda vaciedad me invade desde hace tiempo
-dijo de pronto- y no has sabido detectarla,
Pero cuando alguien se desvive tan fuerte por otro,
Como yo por ti -añadió segura y calma-,
Pueden morir en él su propia identidad,
Su voluntad, su esencia, su alma;
Por eso es preciso que ahora te alejes, vida mía,
Para que yo pueda recuperarlas. Esas palabras sordas y esa piedad fatal
Me bastaron para entender que ese era nuestro final.
Hace ya un mes que me fui,
Todo lo dejé allí
Salvo la esperanza de que vuelva a mí.

Te busqué para contártelo, amigo:
He vuelto con mi anciana madre,
Que aún no sabe la verdad de lo ocurrido;
Me avergüenza tanto mi miseria...:
Guardo en silencio mi castigo.

¡Ah, pero el tiempo pesa despacio!
Ella me jura que no hay nadie más,
Que sólo necesita algo de tiempo y espacio,
Pero sospecho que en su pecho esconde otra verdad.

Aún así nos seguíamos viendo,
Paseábamos, reíamos, sentí que me amaba de nuevo;
De pronto respirar pesaba menos,
Y regresaban mi hambre y mi ilusión por seguir viviendo.

Y le suplicaba que volviéramos,
Pues hasta hace poco
Decía amarme como a su vida.
-Aún puedo hacerte feliz -le decía.
Entonces se volvía seria, indiferente, esquiva.

Ella acudía siempre luminosa a cada cita;
Yo, harapiento, a rastras de mí para salvarme en ella;
En mis ojos tristes la alegría de poder verla,
En los suyos de nuevo esa compasión maldita.

Pero sólo venía si yo rogaba, jamás me buscaba,
Hace una semana que no responde a mi llamada,
Desde entonces no hay luz en su ventana
(a veces se prende en la madrugada).

He irrumpido en el hogar mientras no estaba, ¡mi hogar!
Lo he revuelto todo, he registrado cada lugar
Buscando y deseando no encontrar
La huella de traición sospechada.

Y cuando vuelve me pregunta qué hago allí,
¡como si esa nunca hubiese sido mi morada!
La miro a los ojos y le digo que la amo
Y es como un insulto que esculpe el desprecio en su mirada

¡El silencio se hace grito y desagraviamos en sexo violento
Y ahí quisiera estrangularla y eyacular dentro!
Pero como ante una madre me rindo en su pecho
Y tras semanas de celos insomnes por fin me duermo.

Pero en mitad de la paz azabache
Me pide otra vez que me marche,
Me enjuago el rostro con mis propias lágrimas
Y huyo como un chucho apedreado en la noche.

Y vuelvo a lugares donde paseamos nuestro amor,
Como si en ellos aún quedasen átomos de nuestra unión,
Igual que el asesino regresa al lugar del crimen,
Vuelvo nostálgico al lugar del error.

(Quarciso calla un instante, se asoma a la ventana y un fuerte
Deseo de arrojarse al vacío lo invade).

Parece, la esperanza, la nostalgia del mañana...,
Trato de evocarla con imagen amañada,
Pero pronto vuelve su belleza cegadora a mí
Y al final nada sirve de nada.

Otras veces yo provoca mi propia nostalgia
Como quien se mete la mano en la boca
Para provocar la náusea.

Un recuerdo es un muerto viviente,
Pesada sombra pasada
Que se alimenta de luz presente.
La nostalgia es el aullido de la mente
Pero sólo pensar me ayuda a olvidar
(momentáneamente).

Me asomo al espejo, que es ventana hacia adentro,
Tan delgado y transido de dolor que no me encuentro.
Y al despertar lloro y bebo el dulce vino
Para que el amargo recuerdo se torne en olvido.

Pero cuando la noche se derrama
Su imagen me muerde en la entraña,
La imagino exhausta de gozo con otro en la cama
Y... ¡se torna eterna la madrugada!

Entonces ruedo y ruedo en la oscuridad
Y ruego con todas mis fuerzas
Que algo ahuyente pronto la noche
Y regrese de nuevo la mañana,
Pero sangran las estrellas bajo la luz de la guadaña.

Entonces me levanto y me masturbo
Para denigrar su imagen y desidealizarla;
Si es cierto que a veces lo consigo,
Otras, antes de que brote el semen
Que me libre de su anhelo, mis ojos se adelantan
Para eyacular las lágrimas de mi desesperanza,
Y me hundo en un orgasmo de dolor y llanto
Gimiendo desnudo con el falo mustio entre las manos.

Ah, amigo mío, pero qué cobarde soy,
¡pero qué cobarde soy
Que prefiero antes la muerte que aceptar este dolor!
Pues ¡¿de qué sirve que la vida siga,
Cuando uno es el viudo que guarda luto a una mujer viva?!

¿Nos consumimos por no amar a fuego a lento
O por dejar que se apagara la llama del amor?
No sé, ¡ahora horrorizado las cenizas contemplo
Y es otro fuego nuevo el que arde en mi interior!.

¡Por ella dejé atrás el amor de mi familia
Y me lancé de corazón al vacío de nuestro idilio!
¡Es cierto que ella calmó el dolor del individuo,
Pero hoy toda idea salvífica me lleva al suicidio!

Si me mato por amor seré un suicida...;
Si la mató por amor, un asesino,
Pero nadie más terrible que el que vive sin amor, amigo:
¡ese ser vive sin estar vivo!

¡Porque si ella no es el amor de mi vida
-y sé que no me equivoqué de amor-
Debí de equivocarme de vida!

(Quarciso se derrumba en sollozo).
(...)

Lo nuestro jamás debió hacerse posible,
Aquello que no se consuma no se consume;
No, jamás debió hacerse posible,
Un amor inaccesible habría sido inmarcesible.

En cambio, ahora sólo quedará el recuerdo
De lo que no sucedió,
Pues aquello que pudo ser y no fue
Siempre será,
Como una estatua blanca en lo alto
O como una ruina indestructible.

Y juro que quiero enterrarla y no lo consigo,
Cuando lo intento vuelve para interrumpir el olvido.
¿Me ha abandonado por miedo a perderme?,
¿o es su cruel forma de amar, ni sin mí ni conmigo?

He destilado mil veces el pensamiento hasta hallar la palabra
Que describa la locura que agita mi alma
Y ahora sé que hay penas que jamás prescriben,
Porque el Ser prefiere sentir dolor a no sentir nada.

Tristeza congénita que palpita y se clava,
Para los nacidos tristes el corazón es una llaga.
Al final todo se apaga:
Lo que parecía sempiterno
Tuvo su extinción programada.

Y es que por más que intenté imaginar un porvenir unidos,
No logré vernos más allá de un hoy distorsionado:
Mis ancianos labios lívidos
Besaban su borroso rostro no arrugado.

Ella suspendida en un tiempo parado
Mientras todo giraba en la rueda del molino,
Una niebla se interponía a lo imaginado:
Era la fatal mampara del destino.

Si fuera mis ojos brillaban límpidos,
En mi interior miraba el mundo obnubilado,
Y es que corazón que siente, ojos que no ven,
En la clarividencia ciega del enamorado.

(Quarciso toma una pastilla y bebe vino.)

Pensaba que uno es dueño de los labios que besa
Y mi sorpresa es ser presa de mi propia presa;
Parecía algo que nadie podía quitarme
Y me ha desahuciado de su vida,
Llegando a mi para echarme.

Lo desgajé de su ramas,
Y como un higo tierno
Le abrí mi corazón, amigo,
Y así me lo paga.

Me advirtieron,
Pero ciego fue mi amor
Y qué sorda ahora mi pena,
Que no quiere oír el consuelo.

¡No quiero ver a nadie;
Me cuesta tanto sonreír,
Mi boca es una cicatriz que se abre!
¡Respiro y me pesa el aire,
Esa libertad que tanto ansié,
Sin ella parece una cárcel!

¡Ah, hermano mío, mi tristeza es tan honda
Que hasta en la negra oscuridad me persigue la sombra!;
Y ahí veo clara la distinción
Entre partir el corazón con alguien
Y que alguien te parta el corazón.

Si es grande el amor por ser la distracción del Yo,
Es mayor el despecho por ser su destrucción.
Ah, me siento desterrado, arrojado, vacío,
Un gajo despojado del racimo.

Y en verdad quiero llamarla y no puedo:
El orgullo me amordaza,
En la agonía de gritar el dolor hacia dentro.

Pero la amo tanto que a pesar de mi miseria
Me alivia que este dolor
Pese en mí y no sobre ella.

Tal Vez la culpa es mía:
El amor es una flor
Que hay que regar cada día,
Pero fui un dondiego
Y por eso hoy mi lágrima, como un jaramago,
Brota entre la ruina.

Pero me miento,
Me digo que la soledad es superior a la unión,
En mi pobre convencimiento,
Y que sólo hay un amor eterno: el propio,
Pero no basta el amor propio:
¡Igual que hay partes del cuerpo
Que no puede rascar uno mismo,
Hay lugares del alma que sólo puede acariciar otro!

Y ya sé quién es ese otro:
Hace unos días la espié en su ruta,
Ansiaba desvelar el rostro
De aquel con quien mordió la sagrada fruta;
Más jamás habría sospechado milagro tan hosco,
Cuando, de pronto, entre la multitud voluta
Apareció el bello monstruo:
¡¿Pero cómo has podido, hijo de puta?!
¡Dime que no eras tú!
¡Coge el teléfono
Y dime que no eras tú
Quien iba de su mano,
Quien besaba su sonrisa,
Quien me ha arrebatado la luz!

¡Contéstame, hermano!
¡¿Cómo has sido capaz de algo tan inhumano?!
¡¿Y la lealtad pura que nos juramos?!
¡Has entrado en lo prohibido,
Eyaculado en lo sagrado!
¡Cómo mirarnos a los ojos horrorizados!
Tú y yo, capaces de reunirnos
En torno al silencio como ante una llama.
Yo siempre te apuñalé a la cara
Y te alabé en la espalda;
¡yo, que te amaba con toda mi alma!

¡Tú...! ¡¿Cómo has podido ser tú, amigo?!
¡Cualquiera salvo tú! ¡¿Cómo has podido
Caer en la ambrosía con tan cruel alevosía?!
¡Me has apuñalado mientras dormía!

¿Por qué este castigo?
Siempre fui puro contigo,
Sin interés ni remilgos.
Y si fui vengativo
Fue para vengarme con amor
Del amor recibido.

¡Ojalá fuera todo un mal sueño
Y al despertar os tuviera conmigo,
Mas me roe un horror rojo, Dios mío!
¡Será imposible el olvido!
¡Has desangrado lo más sagrado!
¡Ah, mi tesoro divino...!

Pero te odio, enemigo, a la par que te admiro,
Porque eres amado por lo que más amo.
Es inútil luchar contra lo unido,
Sólo la muerte puede oponerse al amor;
Pero no temas, ¡me arrancaré del camino!
¡yo, auto desterrado de vosotros dos!
¡Y por tu traición atroz,
Clavo en ti mi llanto!
¡No olvides mi lívida voz!
¡Sé que me estás escuchando!
¡Yo esconderé vuestro vergonzoso secreto,
Lo haré arder en mis propias llamas;
Vosotros rogad por que me salve
De la locura de huir de lo que uno ama!

(Colgó...) Enviada por: FrancPaz

Letra de Acto I de Rafael Lechowski

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